En Francia, el pueblo de cuento de hadas de Rochefort-en-Terre

En Bretaña, descubriendo el pueblo de los artistas, con sus casas de piedra y sus balcones floridos.

En Francia, el pueblo de cuento de hadas de Rochefort-en-Terre


Fuente: iStock

En el Norte de Francia, en esa región mágica que es Bretaña, Rochefort-en-Terre es pequeño pueblo que parece sacado de un cuento de hadas. No sólo fascina su arquitectura y su atmósfera: lo extraordinario en sí mismo es su ubicación. Porque esta pequeña joya francesa se encuentra en una espolón de roca, desde donde domina el valle de Guezou.




En 2016, Rochefort-en-Terre fue nombrado "pueblo favorito de los franceses" y, cuando lo visitas, no lo puedes creer. Es como si aquí el tiempo nunca hubiera pasado. Las calles estrechas, las casas de estilo antiguo: caminar por sus calles equivale a dar un salto al pasado.

Empezando por su castillo que, fundado en el siglo XII y construido en el XVII, comenzó una segunda vida a principios del siglo XX gracias al nuevo propietario, el pintor americano Alfred Klots, que lo convirtió en señorío y transformó el pueblo en lugar de reunión de los artistas de todo el mundo. Fue el propio Klots quien introdujo la costumbre de adornar los balcones de las casas con esos espléndidos geranios que, aún hoy, confieren a Rochefort-en-Terre un encanto único (el pueblo ha sido galardonado varias veces El pueblo más florido de Francia.).

Entre el castillo, las murallas y la hermosa iglesia de Nuestra Señora de Tronchaye, hay incluso un museo: es el Museo Naia, se encuentra en el interior de la fortaleza y ofrece un recorrido a través de esculturas y pinturas originales dedicadas al tema de fantástico, surrealista, gótico y de ciencia ficción.




En Francia, el pueblo de cuento de hadas de Rochefort-en-Terre



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Para sumergirse en el espíritu de Rochefort-en-Terre, la mejor manera es pasear a pie entre sus calles sin tener un destino preciso, pero disfrutando del sumo cuidado con el que se guarda cada rincón. Los colores de las flores, el verde de la hiedra, el casas de piedra, las calles pavimentadas: aquí los amantes de la fotografía tienen algo con lo que darse un capricho. Por no hablar de que, en ese centro histórico que se vuelve peatonal en verano, es posible detenerse en numerosos cafés con encanto, pero también hacer compras en los galerías de arte y en la tiendas artesanales, con sus cerámicas, juguetes, velas. Y con sus delicias gastronómicas: la tienda La Rucher Fleuri, en la Rue du Porche, es famosa en toda la región por su pan de especias, el tradicional pan con miel, canela, cardamomo y nuez moscada.



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